Las circunstancias a veces te hacen cambiar decisiones, decisiones que ya de por si no eran muy firmes que digamos. Algunos mostramos nuestra verdadera cara cuando el ambiente te contagia de pasión y rabia por no bajar los brazos. Lo que me pasó una tarde en el estadio, la tarde del sábado en Matute.
Llegué tarde al partido, no quise ver cuántos minutos iban jugados. Asistí en mi calidad de periodista pero los deberes en mi trabajo "diurno" me impidieron asistir puntualmente a la cita deportiva del estadio blanquiazul. Las gargantas ya estaban calientes, los hígados en plena operación, Alianza Lima empata ya a un gol con Sport Huancayo y yo voy rodeando la tribuna de occidente mientras que desde la Sur los cánticos me reciben sin intención alguna claramente.
Rodríguez ya anotó, desatando la alegría en el estadio
Foto: depor.com
(In)cómodamente sentado en el borde de Norte y Occidente, luchaba por sacudirme la simpatía que tengo por el equipo local, me propuse ver el encuentro y presentar -para variar- una buena nota. Pero las intenciones, aveces buenas y otras veces malas, son solamente eso, intenciones. Estar sentado ahí, ver el estadio casi lleno en verdad puede mover el piso a cualquiera, el espectáculo estaba no solo en la cancha sino también en la tribuna, eso motiva a cualquiera, incluyendo a un hincha negando ser hincha.
Alianza juega lo que su rival le permite, Alianza está tímido, con miedo gritaban mis esporádicos compañeros de tribuna, estos compañeros que fueron evolucionando en cólera, este comportamiento desataba algunas conductas raras, cambiaran los cánticos de apoyo por insultos, las frases de ánimo por reproches de todo calibre, las madres escandalizadas resignaban tanta lisura derramada en los todavía inocentes oídos de sus retoños.
El empate transitorio que amenazaba con perturbar la tarde blanquiazul
Foto: elcomercio.pe
En el segundo tiempo la cólera de las tribunas fue cambiando nuevamente, esta vez fue desesperación lo que abundaba en los gritos y miradas de los hinchas. Cada minuto transcurrido era un desperdicio paras las tribunas, excepto para la más popular, la tribuna Sur estaba una vez más poblada por el Comando, ellos se encargaron de contagiar entusiasmo y esperanza en cada ataque fallado por los delanteros uruguayos.
Ya lo iba mereciendo Alianza, entrando a la mitad del segundo tiempo sumaban ocasiones, sumaban centros y remates muy desviados o estrellados en el pecho de Libman, malas decisiones le decía el padre a su hijo sentado delante mío, el árbitro está ciego, afirmó un señor desconocido ya medio afónico mientras esperaba algún ataque que pueda romper por fin el empate a favor de los locales.
El gol del 2-1 no lo vi, concentrado yo intercambiando palabras que le den sentido a estas líneas solamente atiné a gritarlo con todo mi ser, mi lapicero salió volando y mi libreta pisoteada pero no me importó, estaba aniquilando mis intenciones de imparcialidad respeto por mi vocación, ese gol me hizo doler la cabeza, grité tanto que tuve que sentarme un momento, saludé a los otros hinchas y me quedé sordo mientras el estadio seguía celebrando, fue un momento mágico, fue el momento más esperado de la tarde.
Veía el reloj ahora, no para saber la hora, sino para calcular cuantos minutos faltaban, cuantos sufrimiento debíamos soportar y los temores de algún empate en un último momento rondaba en la cabeza de más de un hincha. Fueron esos instantes de empuje, en los que se ve el partido de pie, en los que se espera el final del partido, en el que llegaba la buena jugada de Quevedo y su definición al palo izquierdo de Salomón Libman que selló el encuentro. Esta vez no lo grité, estaba demasiado feliz pero había sufrido mucho, soportaba el trauma de un posible empate o cualquier cosa peor.
Con este resultado, el equipo de victoriano consiguió el pase a la siguiente Copa Libertadores
Foto:americatv.com.pe
Al salir los hinchas seguían cantando, me quedé observando la cancha con alivio, con orgullo, con una alegría contenida, no quería demostrar que estaba alegre por mi equipo, no quería que se note y no quería engañarme y pensar que puedo dejar a un costado la emoción del hincha, esta vez abandoné las credenciales y le dediqué la tarde a mi equipo. No sé si será aunque sea una nota decente, pero una verdad tan feliz como esta sí estoy dispuesto a compartir.
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